Es común que las dificultades para tragar se normalicen cuando las personas se van haciendo mayores. Sin embargo, mantenerlas en el tiempo pueden llevar a una malnutrición o riesgos de presentar neumonía por aspiración de comida o líquido hacia los pulmones, lo que aumenta las probabilidades de muerte.
Una condición que es cada vez más frecuente y que está asociada a la edad es la presbisfagia, nombre que define la dificultad para tragar o deglutir alimentos, en ausencia de una enfermedad específica. Se puede desencadenar por diversos factores, algunos de los más frecuentes pueden ser la pérdida de la dentadura, disminución de la salivación y de la fuerza muscular, produciendo una ineficiencia o descoordinación entre el sistema digestivo y respiratorio.
“La incidencia puede llegar a un 30% y se incrementa hasta un 50% si el adulto mayor está institucionalizado (en un asilo de anciano u otra institución que preste servicios de salud de cuidados a largo plazo) u hospitalizado. En los últimos años ha aumentado y va de la mano con la esperanza de vida de la población. Cada día es más conocida en el ámbito médico y, por ello, se hace una búsqueda dirigida. Se ha demostrado que al diagnosticarla disminuyen los costos en salud y la mortalidad de los pacientes que la tienen”, comenta la Dra. Lara Fernández Ruiz, otorrinolaringóloga de Clínica Santa María.
Se considera una enfermedad silenciosa porque el diagnóstico y sus consecuencias no están visibilizados. La especialista dice que existe un grado de normalización de esta condición en la población general. En consecuencia, las personas empiezan a modificar la consistencia de sus comidas, comen menos veces al día, dejan alimentos en el plato, se atoran con líquidos o sólidos y sienten un estancamiento de comida.
“Estos son síntomas habituales que, de mantenerse en el tiempo, llevan a la malnutrición y aumenta el riesgo de neumonía por aspiración de comida o líquido hacia los pulmones, siendo esto lo que finalmente aumenta la mortalidad”, afirma la Dra. Fernández, quien es también presidenta de la Sociedad Chilena de Deglución y Alimentación (Sochida).
Carlos Curinao, fonoaudiólogo del equipo de deglución de Clínica Santa María explica que la mayoría de las veces las personas acuden a un especialista cuando ya se han instaurado los efectos más graves de la disfagia como, la neumonía aspirativa o la malnutrición, por lo que, en general, ya han requerido hospitalizaciones. “Los pacientes debiesen consultar idealmente en etapas previas cuando presentan los síntomas o signos iniciales de esta condición y debiese pesquisarse en los controles de salud habituales de Geriatría o Medicina General”, advierte.
La calidad de vida de los mayores no solo se ve afectada por las consecuencias ya mencionadas, sino que, además está descrito que aumentan los riesgos de aislamiento y de disfrute del acto de la alimentación, afirma el especialista. “En otros lugares del mundo, como España, existen restaurantes enfocados en personas con disfagia, hay páginas web con recetas adaptadas según la consistencia de los alimentos y se imparten clases de cocina en municipios para adultos mayores con esta condición. Así se normaliza y se logra mejorar el bienestar de los pacientes”, asegura.
Para el tratamiento siempre se debe considerar una evaluación clínica por parte de un fonoaudiólogo experto en deglución. Según los resultados, el profesional podría indicar modificaciones en las consistencias, viscosidades o tipos de alimentos. “De ser necesario, para confirmar el diagnóstico, se realizan procedimientos instrumentales en conjunto con otros profesionales mediante nasofibroscopia o videofluoroscopia”, explica Curinao.
La duración de la terapia es variable, en ocasiones solo con la primera consulta es suficiente para evitar los riesgos nutricionales o respiratorios, pero por lo general los pacientes requieren seguimiento e intervención al menos una vez al mes y control con el médico tratante.
Clínica Santa María cuenta con un equipo especialista en deglución, que pertenece a la Unidad de Otorrinolaringología, conformado por otorrinolaringólogos, fonoaudiólogos y un grupo multidisciplinario de profesionales que complementan el diagnóstico y el tratamiento, entre ellos, nutricionistas, nutriólogos, cirujanos digestivos, gastroenterólogos, radiólogos, geriatras, pediatras, intensivistas y neurólogos.