7 de julio de 2025
En el vertiginoso mundo del fútbol profesional, suelen apuntar al rendimiento, los resultados y las decisiones tácticas. Pero detrás de cada entrenador, también hay una historia personal, muchas veces silenciosa y profundamente humana. Así lo reveló esta semana Lucas Bovaglio, técnico de Palestino, en una emotiva entrevista donde compartió el drama íntimo que vive su familia.
El entrenador argentino, de 44 años, aprovechó el receso del Campeonato Nacional para viajar a su natal Córdoba. Allí, lejos del ruido de la cancha, se reencontró con su esposa y sus tres hijas, y también con una rutina marcada por el coraje, la resiliencia y el amor en estado puro.
“Mi hija menor, Pía, tiene una parálisis cerebral y solo se moviliza en silla de ruedas. Se comunica muy bien, va al colegio y es una niña alegre y hermosa, pero requiere de cuidados extremos”, relató con la voz entrecortada a Las Últimas Noticias. “Y ha sido mi señora la que se ha debido encargar prácticamente sola de ella”.
No fue un caso aislado. Las tres hijas del técnico nacieron prematuras, y cada una de ellas arrastra secuelas. Pilar, la mayor, estuvo en incubadora; Paulina, la del medio, nació sin respirar y vive con secuelas motoras; y Pía, la más pequeña, enfrenta también epilepsia.
“Si yo les contara todo lo que nos ha tocado vivir estos años, tendría para escribir un libro. Solo les resumo diciendo que muchas veces hemos enfrentado la posibilidad de ver morir a alguna de nuestras hijas”.
Su testimonio estremece y da cuenta de una vida familiar marcada por los desafíos médicos, la fragilidad de la salud infantil, pero también por una entrega total. Y allí, el fútbol aparece como una paradoja: es su pasión, su trabajo, su sustento… pero también la causa de una distancia que le duele cada día.
“Quiero estar con mi esposa, porque la amo, y con mis hijas, que son mi mundo. Pero hoy no puedo. Y claro que lo resiento”, confesó.
A pesar del sufrimiento, Bovaglio no se detiene. Es un profesional que se abre camino en un fútbol exigente, en un país distinto al suyo, mientras su corazón late al ritmo de Córdoba. No por goles ni victorias, sino por las sonrisas frágiles pero valientes de sus hijas.
Detrás del entrenador que da órdenes desde la banca de Palestino, hay un padre que carga una cruz pesada, una familia que lucha cada día en silencio, y una historia que nos recuerda que, incluso en el deporte de alto rendimiento, la humanidad nunca se pierde.
