La creciente pasión y el innegable talento que irradia el fútbol femenino chileno a lo largo del país chocan de frente con una dura realidad económica que amenaza su sostenibilidad. A pesar del creciente interés del público y los esfuerzos de jugadoras y cuerpos técnicos, la rentabilidad sigue siendo una quimera para la mayoría de los clubes, generando un debate cada vez más intenso sobre el futuro de la disciplina.
Las palabras de Luis Faúndez, dirigente de Santiago Morning, resuenan con fuerza en el ambiente futbolístico: “El (fútbol) femenino nos tiene casi en la ruina. Hay un gasto enorme que sale de lo que produce el masculino”. Esta cruda declaración pone de manifiesto una problemática que, según el propio Faúndez, no es exclusiva de los elencos de la Primera B, sino una realidad extendida a casi todos los clubes del fútbol chileno, con la salvedad de aquellos equipos grandes que cuentan con el respaldo de grandes marcas.
La profesionalización del fútbol femenino, un anhelo legítimo y necesario para el desarrollo de la disciplina, se erige como uno de los principales escollos económicos para los clubes. La inversión requerida para salarios dignos, infraestructura adecuada y cuerpos técnicos capacitados representa una carga financiera considerable que, en muchos casos, debe ser absorbida por los ingresos generados por el fútbol masculino, como señala el dirigente de Santiago Morning.
Si bien la asistencia a los estadios ha experimentado un alza en algunas regiones, impulsada por el fervor de la afición, los ingresos por taquilla y los patrocinios aún no alcanzan los niveles necesarios para cubrir los costos operativos de manera autónoma. La falta de contratos de televisión lucrativos para el fútbol femenino agrava aún más la situación, limitando una fuente crucial de financiamiento. “Entendemos los esfuerzos de los clubes, pero la falta de recursos impacta directamente en nuestras condiciones de trabajo y en el desarrollo de nuestra carrera. Queremos dedicarnos por completo al fútbol, pero la realidad económica muchas veces nos obliga a buscar otras fuentes de ingreso”.
La confesión de Luis Faúndez expone una verdad incómoda: la pasión y el crecimiento deportivo del fútbol femenino en Chile se sostienen, en gran medida, a expensas de la salud financiera del fútbol masculino. Esta situación plantea interrogantes urgentes sobre la necesidad de encontrar modelos de gestión más sostenibles, que permitan al fútbol femenino generar sus propios recursos y asegurar su futuro a largo plazo.
El desafío es mayúsculo y requiere un compromiso coordinado de la ANFP, las empresas, los medios de comunicación y el Estado para implementar políticas que fomenten la inversión, aumenten la visibilidad y valoren el potencial del fútbol femenino chileno, más allá de la pasión que despierta en las canchas. La cruda realidad económica, expuesta por voces como la de Luis Faúndez, exige acciones concretas para evitar que el sueño de la profesionalización se convierta en una carga insostenible para el fútbol nacional.