La actividad física no solo mejora la salud física, sino que también impacta positivamente en los ámbitos emocional, cognitivo y social de las personas, incluyendo aquellas con condición del espectro autista (TEA).
La práctica regular de ejercicio físico puede ser una herramienta poderosa para fomentar la autonomía en adultos con condición del espectro autista y no solo contribuye a mejorar la salud física, sino que también tiene un impacto significativo en el ámbito emocional.
De la misma forma, la actividad física también puede reducir los niveles de ansiedad, potenciar la interacción social y promover habilidades fundamentales para el desarrollo personal. Además, las personas adultas y mayores con autismo tienden a realizar menos ejercicio que las personas neurotípicas, lo que constituye un desafío de salud pública.
Es necesario indicar que el realizar ejercicio, debe ser visto como una herramienta esencial para superar las barreras sociales y de acceso que enfrentan las personas TEA. Promueve espacios inclusivos y adaptados a sus necesidades, siendo un paso clave para reducir estas inequidades.